¿Qué tipo de congreso te gustaría que se produjera este fin de semana?
Con una crisis capitalista que está sacudiendo a la clase obrera y los sectores populares de nuestra comunidad con especial virulencia, me gustaría que este octavo congreso sirviera para que el PCM se mostrara a la sociedad madrileña como un instrumento útil que aporta en la necesaria respuesta organizada a la misma. Tenemos un reto inmediato, preparar una huelga general cada vez más inminente y necesaria, cuyo éxito dependerá del trabajo concreto de movilización que se desarrolle desde cada empresa, así como en las localidades y los barrios. El congreso del PCM debe enmarcarse en esta perspectiva inmediata; un partido comunista no es una finalidad en sí mismo, al contrario, su razón de ser radica en convertirse en un instrumento útil para la clase que aspiramos a representar.
Por otra parte, debemos ser capaces de trasladar a Madrid el impulso que ha supuesto el XVIII congreso del PCE, con la tarea de profundizar en su reconstrucción, no como una consigna coyuntural, sino como una necesidad que debe ser abordada de forma sostenida en el conjunto de las federaciones y frentes de trabajo. En el XVIII congreso hemos realizado los análisis sobre la realidad española y las propuestas de acción para los próximos años; los documentos aportados para el octavo congreso del PCM son un buen instrumento para concretar nuestra contribución en este proceso con las mejoras que introduzca el debate que llevaremos a cabo en los próximos días.
¿Y cómo crees que se va a celebrar en las actuales circunstancias?
Con estas premisas políticas, debemos ser capaces de evaluar los errores y aciertos de la etapa que cerramos, analizar nuestras debilidades y encontrar la mejor forma de abordar los retos de los próximos años. El congreso será un éxito si somos capaces de traducir los análisis en líneas de trabajo adecuadas y en estrategias que cuenten con la realidad social de nuestra comunidad, evitando que los debates se limiten a un periódico ejercicio ritual.
La peor opción en este momento sería la de enzarzarnos, al valorar la gestión y el trabajo de los últimos años, en enfrentamientos estériles, que sólo añadirían más confusión a la situación actual y nos restaría capacidad de respuesta en un momento tan decisivo; la forma de celebración del congreso es fundamental para abordar la construcción de un conjunto de estrategias de trabajo que nos permitan salir fortalecidos y con ánimo de combate para las tareas que se avecinan.
Para todo ello, debemos abordar de frente el debate, implicar al conjunto de los delegados y delegadas, y escuchar todas las opiniones. Sólo este debate y un acuerdo sincero después del mismo, pueden sentar las bases de la nueva dirección capaz de afrontar los retos de la reconstrucción en el PCM. No soy pesimista, existe una gran potencialidad en nuestro partido y nuestra responsabilidad es actuar con firmeza para avanzar desde el cambio necesario y la unidad.
¿Qué papel tienes previsto desempeñar en este congreso del PCM?
Presento mi candidatura a la secretaría general con el apoyo de un significativo número de cuadros y dirigentes del partido con el ánimo de llegar a un consenso amplio, pero también con la convicción de que es necesario un cambio para el impulso que necesita el PCM. El fortalecimiento del PCM debe ser un proceso colectivo, en el que no sobra ni se puede prescindir de nadie, y en el que desde la dirección saliente debemos ser capaces de demostrar altura de miras y capacidad de concreción. Soy consciente de las dificultades. El desarrollo del octavo Congreso viene lastrado por desconfianzas y formas de trabajo que no ayudan a afrontar las tareas. Por eso insisto en la necesidad de un buen debate político sobre lo que tenemos que hacer como única base que nos permitirá ponernos de acuerdo sobre los nuevos equipos de dirección.
¿Qué propuestas políticas consideras que debería desarrollar el congreso?
El fortalecimiento de las organizaciones de base mediante la recuperación del funcionamiento regular de las agrupaciones, que es el único camino para que todos los comunistas se incorporen a la actividad del trabajo del partido. Debemos convertir a la formación en una realidad cotidiana, acompañada con una política de cuadros que aumente el potencial del PCM. Durante este último período hemos tenido experiencias muy positivas pero es necesario sistematizar el trabajo. La formación en un partido comunista no es un mero ejercicio escolástico o académico, debe estar vinculada con la práctica política.
Como decía el camarada Álvaro Cunhal, tenemos que construir un partido con paredes de vidrio, transparente en lo interno y sin nada que ocultar hacia el exterior. La envergadura de lo que pretende el PCM nos debe permitir un funcionamiento mucho más abierto, lo que contribuiría a una mayor identificación del conjunto de la militancia y a una mayor participación en las actividades.
El XVIII congreso del PCE ha reivindicado lo mejor del modelo leninista de partido, lo que no será posible llevar a la práctica sin una disciplina consciente que se articule en torno a una práctica política y estrategia política que la sustente. Los comunistas fuimos referentes de trabajo militante durante muchos años por nuestra entrega y generosidad, porque no dudamos a la hora de asumir riesgos y estar a la cabeza de todas las luchas; sólo podemos recobrar ese prestigio si anteponemos los intereses generales a los personales o de grupo.
El gran hito de los siglos XIX y XX consistió en la fusión de un movimiento social: el movimiento obrero organizado, con una teoría revolucionaria: el marxismo. Este encuentro nunca fue pacífico. En el seno de la Segunda Internacional se generó un gran debate entre una lectura del marxismo posibilista y acomodaticia -que acabaría configurando la socialdemocracia moderna- y la heterodoxia de los que no se resignaban al devenir del desarrollo económico y a las reformas: el marxismo revolucionario.
Es una obviedad que la estructura de clase ha cambiado y que debemos adaptar las formas de organización a las nuevas realidades: segmentación y sobreexplotación de mujeres, jóvenes e inmigrantes, dispersión y desconcentración de la actividad productiva, subcontratación y división de los trabajadores en las empresas… Debemos de ser capaces de analizar esta evolución pero, sobre todo, debemos proponer y llevar a cabo iniciativas organizativas que sean capaces de situar al PCM en la vanguardia de la lucha por sus reivindicaciones.
Cuando insistimos en la centralidad del conflicto capital trabajo, hacemos referencia a la necesidad de articular nuestra alternativa en torno a este eje, tanto en lo programático como en lo organizativo. Tenemos que ser capaces de organizar nuestra presencia en los centros de trabajo y mantener una política coordinada en el movimiento obrero. Debemos tener en cuenta que el movimiento obrero se desarrolla en la actualidad en el centro de trabajo y sobre el territorio, por lo que es preciso dinamizar espacios unitarios de participación, considerando estratégico el desarrollo de las organizaciones sindicales y vecinales.
Todavía se escuchan algunas voces que insisten en que lo relevante, desde el punto de vista de los comunistas, es el tipo de estado y no la forma del mismo. Este discurso, que constituyó un factor desmovilizador durante la transición y nos condujo a la impotencia, olvida que la contradicción capital trabajo -determinante en el sistema capitalista- siempre aparece vinculada con las luchas y las estructuras políticas que aseguran la dominación de la minoría privilegiada.
¿Qué papel puede desempeñar el PCM en el proceso de refundación de la izquierda?
Con la refundación de la izquierda se trataría de diseñar una estrategia de acumulación de fuerzas desde distintos movimientos políticos y sociales que, a partir de la reivindicación de los elementos democráticos (en especial, por nuestro ámbito de competencias autonómico: la garantía de los derechos económicos, sociales y culturales, que debería conllevar la tercera república) permita al PCE construir, o contribuir a crear junto con otras fuerzas, la hegemonía necesaria para una transformación que se encamine hacia el socialismo. Este proceso nos permitirá superar la concepción de la izquierda subalterna al PSOE, no limitándonos a luchar por un simple cambio de gobierno sino por una alternativa global al sistema, que se traduciría en un proceso constituyente que tenga como resultado la tercera república y la democracia participativa.
Tal y como está planteado en IU, esta tarea no se agota con la celebración de una asamblea: debe constituir un proceso a largo plazo en el que debemos demostrar nuestra capacidad de diálogo y convencimiento y nuestra habilidad para incorporar nuevos sectores organizados al debate sobre la alternativa global necesaria y sobre el carácter instrumental de la lucha electoral. No puede ser excusa que desde determinadas visiones la refundación se límite a una operación de imagen, el PCE desde su comité federal ha planteado unos objetivos claros y nosotros como PCM podemos desarrollar una estrategia en este sentido ambiciosa, coherente con nuestra visión del proyecto que defendemos y con el mandato de la reconstrucción de partido formulado en el XVIII congreso.
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